Renazco de las cenizas
gracias a la tibieza del agua,
al aroma de las frutas que saben a perfume.
A caminos ancestrales en los que el río fluirá en el futuro.
En tus brazos, encuentro el vital líquido
que sacia mi sed de milenios.
En tus labios, cierro el trato prohibido
de sensaciones que preceden el hormigueo de mis entrañas.
Cumbres y valles. Ríos y lagunas.
En todo lugar te observo,
te presiento.
Sin que nada más importe.
Solo tu dulce presencia.
Solo nuestra imagen de dos seres extraños
que son uno mismo,
predestinados a encontrarse.
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