Los extraños caminos de Dioses ancestrales,
me llevaron a un éxodo lejos del hogar. A tierras desconocidas.
Sin comprender pero aceptando,
aunque dudando de mi supervivencia futura.
Llanto, sufrimiento, soledad.
Reiniciar de cero.
Construir una vida sin cimientos que la sostuvieran,
en un entorno ajeno, de fuertes y piratas.
Rodeada de agua
y mis ojos tan secos de lágrimas.
Miré a ambos lados de la realidad.
Nada.
Mire al cielo, implorando por una respuesta.
Y el Dios Chaac, llegó a refrescar mi existencia entera.
Con ternura y cuidados renueva mi alma dormida.
Me ha dado la certeza del amor,
la seguridad de que el mundo no estallará en mil pedazos,
porque El se encuentra a cargo.
Ya no temo, amo.
Soy plena y mejor en el día a día.
La pequeña flor de la montaña que hasta hace poco moría,
ahora crece fortalecida,
en medio del azul de la paz e inmensidad
del Dios del Agua.
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