Vírgenes difusas,
mancilladas por el pequeño demonio
casi imperceptible
que me observa desde una esquina con mirada expectante.
Un útero vacío,
fantasmas diáfanos sobre las hojas de un diario viejo
y el dolor de una ausencia,
acercan aún más las ganas
de terminar con esto que no puedo llamarle vida.
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