miércoles, 30 de marzo de 2011

HOY

Hoy me desperté con ganas de tocarte.
De besar tus labios, de amarte.
De entregarme a ti de un modo sublime.
Sintiendo tu calor, mirándote a los ojos:
Ese breve trozo de mar que me observa con sutil morbo...

Hoy me desperté del sueño de tenerte,
puesto que la cotidianeidad,
me separa de la posibilidad de ser tu musa.

Y espero con ansias la noche,
que me llevara de nueva cuenta a tu mundo,
a nuestro secreto abrazo nocturno...

sábado, 12 de marzo de 2011

VERDUGO

Arcaicos vocablos de los que debéis prescindir.
Osáis utilizar un lenguaje prosaico que, cabida no tiene en la poesía.
¡Respetad, Oh Mortales a Polimnia!
Y no tratéis de innovar.
Vuestro destino literario,
escrito está...
Escrito Está...
ESCRITO está...
escrito ESTÁ.

NEMESIS

El cuento debe tomar su inspiración de los lugares comunes,
de las cosas que nos rodean para después, ser sazonado con algo de ficción”.
Jorge F. Hernández.

De nuevo miércoles. Mi día más odiado. Intenté preparar mi espíritu, pero el temor de saber qué nueva aventura me deparaba la hiperactiva y viperina lengua de mi Némesis, no me lo permitió del todo. Mientras me arreglaba, pensé en él. Despiadado, sin medio centímetro de amor en el cuerpo. No conocía la palabra compasión. Mucho menos su significado. Suspiré. ¡Era tan difícil convivir con él! Aun siendo mayoría no podíamos con “El Pelón”. Mario. Mi Némesis.

Comenzó a hacerme la guerra hacía un año cuando en una capacitación, declaró querer ser “el mejor en su trabajo”. A lo que yo respondí –Para eso, vas a tener que matarme, porque NUNCA me superarás-. Maldito el momento en que decidí abrir la boca. A partir de entonces, mis debilidades eran maximizadas y mis fortalezas, ignoradas. El equipo de trabajo al que pertenecía fue víctima de un acoso cruel cuya finalidad, era lograr la salida de los elementos inconformes del museo. Aunque la verdadera razón, era que les estorbábamos. Nuestro objetivo, era más grande que solo entretener a los niños que visitaban el museo. Todas las brillantes ideas que la directora presentaba al Secretario de Cultura, provenían de nosotros. Las estupideces, salían de la cabeza del “Patrón”. Queríamos hacer divulgación científica al mayor número de personas posibles pero no se nos permitía. Mi coordinador, siempre sensato, nos pedía paciencia, prudencia en nuestras palabras. –Esto no puede durar eternamente- nos decía en tono de padre amoroso -Vienen cosas buenas para todos-. Pero una noche de domingo hasta él se rindió ante la presión y tuvo que ser hospitalizado con síntomas de pre infarto.

¿Y el liderazgo de nuestra directora? No existía. Era un títere de “Pitufina”, creía ciegamente en sus palabras. El tipo éste se había ganado su confianza total. Y no solo tomaba decisiones por ella, también tenía libre acceso a su oficina y a su agenda personal. Ella le había dado copia de las llaves de su carro, de su casa y poder absoluto para firmar documentos y oficios en su ausencia. A tal grado llegaba su influencia en ella que en una ocasión “El Jefe” mostrándole una revista, le dijo –Mary, yo creo que con este corte y este peinado te verías estupenda-. Y al día siguiente, la directora llegó al trabajo estrenando look. La mujer por quien al principio sentí admiración y respeto, ya no estaba y en la opinión de todos, se necesitaba ser muy tonta para no darse cuenta que los problemas y conflictos internos, provenían del podrido corazón de su protegido.

Nuestras vidas familiares, también se vieron afectadas. Sabíamos que los problemas de trabajo debían quedarse allí, pero ¿Cómo hacerlo? Era algo que nos rebasaba. En palabras del Secretario de Cultura “nos habíamos dejado comer el mandado”. Sí. Él estaba enterado de los problemas y de donde provenían y no hacía nada por remediarlos. Era una situación bizarra, más parecida a una pesadilla que a la vida misma. Y sin dejar de ser pesadilla, una mañana, después de regresar de su rondín, el vigilante encontró en el interior del planetario a un Mario más sangrón y frío de lo que normalmente era. Porque alguien había tenido la ocurrencia de machacarle la cabeza a golpes y le había matado.

A la hora en que llegamos a trabajar, nos encontramos con la sorpresa de que el museo se encontraba bajo resguardo de la policía. Por todos lados buscaron indicios para descubrir quien había tomado un taladro por el cable y lo había estrellado en la cabeza del “Patrón”. Su muerte no nos alegró en absoluto. Quizá en un momento de ira, cualquiera hubiera dicho “cómo quisiera matarlo”, pero después la cordura enterraba esos pensamientos siniestros. De lo sucedido, algunos pensamos que era la ley del Karma, otros, que era un castigo de Dios. Y aunque nadie lo dijo abiertamente, todos sentimos alivio por liberarnos de su proceder mezquino y prepotente.

Mas por compromiso social que por sentirlo en realidad, todos en el museo asistimos al funeral. Hubo muy poca gente, así confirmamos lo que ya sabíamos: Ni su propia familia lo quería. Nadie lloró ante su tumba. La directora tampoco lo hizo, creo que gracias a las muchas las pastillas que debió tomar para conservar la tranquilidad. Aunque su muerte no nos alegró, tampoco lo echamos de menos. Poco a poco se calmaron las aguas y al cabo de dos meses, ya nadie gastaba tiempo ni palabras en recordarlo. Ni siquiera la jefa hablaba de él. Se comportaba como la viuda que en vez de llorar la pérdida de su esposo, se dedica a sacar adelante a los hijos que se quedaron sin padre.

Mientras tanto, las investigaciones continuaban y una mañana de miércoles, otra vez terrible día, llegaron un par de policías al museo repleto de ruidosos niños de preescolar. Y sin tener el menor tacto por la presencia de los pequeños, mostraron una orden de aprehensión por el homicidio de Mario “El Puñal”, para después llevarse con ellos al principal sospechoso: Yo.

Pasaron cuatro horas antes de que me concedieran el beneficio de una llamada telefónica durante las cuales, mi declaración previa fue revisada a detalle, analizada hasta el cansancio, puesta en duda. Por un momento, sentí que se trataba de una pesadilla o de una broma de mal gusto. Mi estado de ánimo, pasó de la sorpresa por verme en carácter de acusada al llanto al ver las fotografías de un Mario inerte, con la cabeza destrozada, en medio de un gran charco de sangre. ¡Y sus ojos! Esos que antes miraban a todos con rencor, ahora se encontraban desprovistos de toda expresión. Después pasé al enojo porque con el pretexto de que “las líneas estaban ocupadas” continuaban negándome el derecho a mi llamada de ley. Era imposible hacerles entender que no tenía nada que ver con la muerte del “Jefecito”. Me repitieron tantas veces que decir la verdad, reduciría mi sentencia… Igual que en el museo, me acusaban y condenaban injustamente. Me enteré que había sido investigada a fondo, teniendo especial cuidado en cierto aspecto de mi vida: Mi relación extra marital con un hombre de San Luis Potosí. Desde los correos electrónicos en los que nos declarábamos amor eterno, hasta las recetas médicas firmadas por el psiquiatra que me trató después de la muerte de Roberto, mi amante. Todo aparecía en el expediente. No entendía en donde se encontraba la conexión con el asesinato, pero algo me decía que ellos sí. Cansada de contestar sus preguntas necias, pasé más de una hora en silencio, después de la cual, por fin se me permitió hacer la tan ansiada llamada. Pero no pude encontrar a Carlo, mi esposo, por ningún lado. Iba a llamar a Paty, mi mejor amiga, cuando por la puerta entró Mary, mi jefa. Era la última persona a quien hubiera querido ver, aunque en ese momento no me importó nada que no fuera estar frente a una cara conocida, alguien que me rescatara del remolino en que me encontraba inmersa.

Mary Andrade, directora del museo, pidió unos minutos a solas conmigo al policía que me custodiaba y el, respetuoso de su cargo como funcionaria pública, se los concedió. Acercando una silla, me preguntó -¿Cómo fue que te metiste en este problema?- y sentándose y sin darme tiempo a contestar, continuó -¿Sabías que el próximo mes iba a dejar de ser tu jefa? El Secretario, tenía pensado para ti algo muy grande. “Es que Alina es tan inteligente. Alina es tan capaz de enfrentar todo sin dejarse vencer”. ¿Todo? No es cierto. Como la muerte de Roberto. Pobrecita. Que se muera tu amante dos días antes de dejar a tu esposo, es para volverse loca… Qué lástima me das, ¿Eh?-. Sentí tristeza porque aun lo extrañaba, lo amaba profundamente –¿Cómo sabes de Roberto?- Le pregunté. Nadie en el museo lo sabía. –¡Nena! Tu esposo me lo dijo. Eres una sucia. ¿Cómo pudiste engañarlo? Si él es tan bueno. En cambio tú, maldita perra. Todos te aman, eres talentosa, tienes carisma con los visitantes del museo. Y para colmo, eres la favorita del Secretario. ¿Sabías que te iba a dar mi puesto porque según el eres más inteligente que yo? Aunque a final de cuentas, creo que no lo eres tanto. Solo a ti se te ocurre matar a Mario porque sabía tu secretito y se lo iba a decir a todos si no le dabas dinero. Lo odiabas, ¿Verdad? Igual yo, así que no te sientas mal por aceptarlo. Ya me tenía harta. Estúpido prepotente. Siempre dándome órdenes, diciéndome que hacer. Haciéndome quedar como tonta frente a ustedes. Y luego tu Doña Perfecta, a punto de quitarme mi puesto. La dirección que tantos años de trabajo me costó tener. Matando a Mario y culpándote a ti, me deshice de los dos al mismo tiempo. Contrario a lo que todos pensaban, yo no confiaba en él. Pero el sí confiaba en mí. Por eso no sospechó nada cuando le pedí que me acompañara al planetario, porque me daba miedo entrar sola. ¿Sabes? No era tan cabeza dura como creíamos. Dos golpes. Solo eso necesitó para caer chillando como cerdo. Los otros tres que le di, fueron para que se callara. Pero los que más disfruté, fueron los catorce últimos. Jaja- ¡Cuánta furia sentí! –Estás completamente loca. ¿Te das cuenta que acabas de aceptar que TU mataste a Mario?- Le dije señalando la pequeña cámara que nos observaba casi con mirada inquisidora -Es cierto que no soportaba estar cerca de “tu niño de oro” pero jamás lo habría matado. Y si lo de quedarme con tu puesto, fuera verdad, no te preocupes. Nunca me interesó y lo sabes perfectamente. Eso hace la diferencia entre nosotras. Yo no paso por encima de quien sea para lograr lo que quiero. Y tú tienes un largo historial de traiciones y engaños- Me aventuré a decir. En mi condición, lo único que podía hacer, era lanzar un señuelo esperando que lo atrapara. Sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, continué -¡Vamos! No pongas esa cara de inocencia. Todos lo saben. Y ¿Gracias a quién? A Mario. Él nos contaba todos tus movimientos. Tú tenías más motivos que yo para matarlo y lo hiciste. Ahora estamos en igualdad de condiciones, ¿No crees Mary? Solo espera que llegue Carlo y en menos de lo que imaginas, tú vas a estar sentada en esta silla y yo saliendo por esa puerta- Dije con aire triunfal. -En eso te doy la razón- Contestó con tranquilidad -Carlo es un buen hombre. No tolera la injusticia y no va a permitir que un inocente pague por lo que hizo alguien más. ¡Ay pequeña. Se me olvidaba contarte una cosita más!- Dijo acercándose a mi oído -Te van a pedir el divorcio. Carlo descubrió tu engaño cuando te encerraron en el loquero y fue a verme por lo de las incapacidades y esas cosas. Estaba muy dolido y solo quería ser escuchado. Lloró como un niño pequeño y bueno… Tuve que consolarlo. Mañana cumplimos un año de estar juntos. ¿Sabes dónde vamos a celebrar? En Manzanillo. Fin de semana familiar. MI nuevo hijo, MI hombre y yo. ¡Qué maravillosa familia me regalaste, Alina! De la muerte de Mario, estoy segura que te vas a quedar calladita, porque tu hijo es tan pequeño e indefenso... Además, nadie te va a creer si les dices que yo lo maté, porque él era mi único amigo. Ahora contéstame algo. ¿Quién resultó ser la más inteligente de las dos?- Dijo mientras salía de la habitación, dejándome temblando de terror. Mi verdadera pesadilla, apenas iba comenzando.

domingo, 6 de marzo de 2011

LA ISLA VIVA, DESCONECTADA

I
Desembarque en la Isla después de navegar por eones.

II
Disfruto reconociendo mi nuevo hogar. De pronto, el primer contacto se da.

III
Empatía. Invitación a formar parte del ritual. Sé lo que me espera.

IV
Asisto puntual. Y ellos también. Los caníbales comienzan el festín.

V
Al no reconocer mi Divinidad, mueren condenados al sufrimiento eterno.

VI
Ahora soy Cónyuge del Dios de la Isla. Pocos fueron salvos y temen desatar mi furia.