Hoy amanecimos con mucho viento. Un "aironazo", dirían las abuelas. No es ese viento travieso que levanta las faldas a las quinceañeras o hace volar graciosamente la corbata de los hombres.
Es aquel doloroso que tira a las aves de sus nidos, rompe las ramas de los árboles y hace que las poetas de Jalisco se arrebujen en la cama bajo la manta. Es un viento que huele a tristeza, sabe al polvo de los muertos, se escucha como una canción de cuna cantada a un niño que jamás nació. Un viento que duele en la piel como el hambre y la pobreza.
Es el "Vientooo" de Eraclio Zepeda.