El misógino falocentrista y la feminazi castradora, pasaban los días peleando. Defendiendo cada uno su postura ante la mirada y apoyo de quienes gustaban de verlos pelear.
Pero por las noches y en secreto, practicaban el mejor sexo que nadie puede tener. El la tomaba con fuerza, como a ella le gustaba ser tratada, no como una florecilla indefensa. Ella se comportaba como una puta, cosa que el disfrutaba.
Y así, ambos eran felices.
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