martes, 25 de diciembre de 2012

LA NOCHE ANTES DEL FIN DEL MUNDO

Es la noche antes del fin del mundo. Tomo ese baño de burbujas que por tanto tiempo había dejado esperando y uso la ropa interior a la que nunca le encontré un momento mejor para ponerme. ¡Qué ironía! Es increíble cómo dejamos pasar los días en una especie de sonambulismo, convirtiéndonos en zombies que no viven, sobreviven. No disfrutamos nada y pasamos por el mundo tan solo por inercia. Pero para algunos, eso ahora ya no importa. Es la noche antes del fin del mundo. ¿A qué hora terminará? Me pregunto mientras me visto para aquel que es el amor de mi vida. Por lo pronto, he decidido hoy no preocuparme por si mis hijas hacen ruido o si han decidido no recoger su habitación, porque pasar estos últimos momentos enojada, no es vida. Y nada será igual a partir de mañana.

Bajo a la cocina para dar los últimos toques: Usar la mejor vajilla, abrir la botella de vino que tenía guardada para ese momento especial, que por fin llegó. El tiempo transcurre tan rápido, que me lleva a un lugar común. Cómo quisiera poder acelerarlo para que todo acabe rápido, sin dolor.

Llamo a las niñas, Elisa y Emma, para que bajen a compartir nuestra última cena porque su padre acaba de llegar de la tienda de antigüedades que con tanto amor atendí hasta ayer. Hoy no importa si hubo ventas porque entiendo que hay mil cosas más importantes, cómo poder arreglarme y cocinar exactamente lo que quiero. Nos sentamos a la mesa y después de compartir la acostumbrada oración de agradecimiento por los alimentos, nos disponemos a comer hasta hartarnos. Aunque ellos no lo saben, es nuestra última cena juntos. La botella de vino queda intacta. Guillermo, el papá de mis princesas, no me sorprende: Nunca ha tomado un trago de vino, ni siquiera en nuestra boda, pero en cambio, es un voraz degustador de licores dulces: Anís, Grand Marnier, Amaretto. Cómo cada jueves, toma en sus manos la botella del licor de almendras. Predecible. Rutinario. Lo que al principio era una actitud que me producía una cálida sensación de seguridad, con el paso de los años se entibió hasta enfriarse y convertirse en algo insoportable. Y el resultado, como siempre, es que más me tardo en acostar a las niñas, que él en caer en ese sopor etílico de todas las noches, aunque hoy, ya no me importa.

Tomo la botella de vino de la mesa, abro la puerta de la casa y salgo a tomar el fresco. ¡La noche es tan hermosa y el vino combina a la perfección con ella! Solo hace falta él, para que juntos disfrutemos de esta última oportunidad de amarnos. Cierro los ojos, aspirando el dulce aroma de mis flores y es cuando siento sus labios en mi cuello. Me dejo llevar, porque ese maravilloso hombre me hace desear sus besos, sus caricias. Hacemos el amor porque eso es lo que sucede: Nos amamos a pesar de todo. El tiempo que compartimos juntos, no es suficiente. Nunca lo es cuando amas.

Amanece y todavía desnudos, observamos la salida del sol. Las cosas han sido exactamente del modo en que deseaba que sucedieran: Estar con Luis, el amor de mi vida, pasar la noche entera haciendo el amor. No me preocupo porque mis hijas tardarán en despertar. No me preocupo porque la presencia de Luis, mi amigo tan divertido, risueño, impredecible; tan distinto a su papá, las confortará con mucha rapidez de su pérdida. Estoy segura. La sobredosis de cianuro con que maté a mi esposo pasará fácilmente por suicidio y aunque tendré que ser una triste viuda por un tiempo, también soy joven y todos comprenderán que rehaga mi vida en menos de un año.

El sol entibia mi piel y lo disfruto. Ilumina un presente maravilloso y dice adiós a un pasado monótono que ya no me atormentará. Es la mañana del fin del mundo cómo lo conozco y el día del fin del mundo para mi aburrido esposo, Guillermo.

1 comentario:

Adán de Maríass dijo...

El relato es fluido, interesante, se deja leer, y en la parte final del relato hay un giro inesperado cuando ella mata a su esposo con una sobredosis de cianuro para quedarse con su amante Luis con quien hace el amor la noche antes del fin del mundo. Lo que me gusta en el desarrollo del relato es la manera, el estilo o la forma como lo va relatando.