sábado, 22 de marzo de 2014

SIN NOMBRE

Puntualmente cada noche,
subes a mi cama con ese sigilo natural en ti.
Me besas,
si a lo que haces se le puede llamar de ese modo.
Te acurrucas
y acomodas perfectamente en el cuenco de mi brazo.
Yo te acaricio mientras acepto sumisamente
que eres el único ser
con el que deseo acompañar la soledad que inunda mi cama,
como si cayera en un pozo de agua
que se formó con mis lagrimas.

Tu presencia hace menos ruda su negativa a estar conmigo.

Porque, si cierro los ojos,
me permites sentirlo,
aunque sea un poco.

Acaricio tu pelo negro, sedoso y me siento en casa.
Aunque el hogar se haya quedado en el desierto.

Me abrazo a tu cuerpo
que llega a mi lado todas las noches aún sin pedirlo.
Duermo contigo,
pero eso no simboliza que le sea infiel.

La más de las veces,
me despierto a mitad de ningún sueño
porque él se los quedo todos.
Y allí te veo.
Durmiendo complacido, cerca de mi.
Tocándome ligeramente con la punta de tus dedos,

dulce gato mío.

No hay comentarios: