miércoles, 25 de noviembre de 2015

BESO

Cerré los ojos por un momento y sentí acercarse tu rostro al mío.
Tu beso caliente, húmedo.
Licencioso. Silencioso.

Tus manos me recorrieron con la urgencia de la brevedad del tiempo.
Mis gemidos,
hicieron eco a esa necesidad de entregarte todo en ese beso
que llegó de lejos; inesperado, pero anhelado.

Tu respiración se transformó en partículas de suspiro
entrando y saliendo de ti;
en espasmos, al ritmo de nuestro beso,
que prolongamos hasta que más no pudimos.

Porque la ropa nos aprisionó en un juego perverso,
que no nos permitió sentirnos como lo anhelamos:
en la cadenciosa, primigenia danza de nuestros dos cuerpos desnudos. Enlazados.

¡Así fue por un segundo en que cerré los ojos y te sentí tan vívidamente!
Gracias al delgado, etéreo hilo que es nuestro amor y que nos une.
A pesar de la distancia, que nunca nos ha permitido tocarnos.

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